jueves, julio 24

Catching Flowers.

Y es que era la perfección delante de sus ojos. Lo sabia, lo sentía, casi era capaz de palparlo como se palpa una cereza recién cortada... Lo respiraba y era consciente de que lo necesitaba para seguir viviendo. Era como eso que cualquier persona necesita en sus células, como el oxigeno que por más mínimo exista en el ambiente, es sumamente necesario para seguir de pie sobre el mundo.

Miró al cielo, era azul, claro, brillante... Casi podía ver cómo sonreía mientras caminaba a su destino.
Un pájaro atravesó su camino, blanco, con las puntas de las plumas de las alas y la cola rosas pálidas... Parecía perderse entre las flores de los árboles que tenían exactamente ese color, que solo en otoño florecen.

Caminaban personas a su lado, la saludaban y le sonreían. A la mayoría, Olivia jamás las había visto, a unas cuantas les habría dirigido dos o tres palabras a lo largo de su vida, y a otras más, tan solo las conocía de vista o a fuerza de recorrer el mismo camino día tras día.

Al ir caminando, notó un suave y atrayente olor... Eran flores. Flores de todas las formas, colores, olores, casi podía sentir el sabor... Lo habría hecho, si no temiera que la envenenaran o se viera como un acto que atentara contra los derechos de la vida.
Decidió tomarse un tiempo, al fin y al cabo tenía mucho, y entrar a la Florería...

viernes, abril 29

Una palabra.

Una sonrisa, un rostro alegre, la tenacidad, la felicidad, la alegría de seguir viviendo, la libertad, la niña vivaz, el niño jugando con carritos, los novios dándose un beso, los ancianos que se toman de la mano al ir por la calle, las flores en primavera, los columpios del parque, el aire del bosque, el aroma de las cerezas, los sonidos del arcoiris, el sabor de una noche con Luna llena, el tacto de un día lleno de Sol, la frescura de la brisa por la tarde, el viento soplando en su oído y jugando con su cabello.

Todos esos recuerdos parecían simples sueños maravillosos que alguien más había pintado en su mente durante una noche de descanso. Al menos ella lo sentía así. Sabía que no eran de todo sueños, sabía que ella había sentido alguno más de una vez... sabía que ella había vivido miles de momentos maravillosos como esos.

Abrió sus ojos sin saber dónde estaba, sintió a su alrededor y se dio cuenta que no tocaba nada... se levantó suavemente y su cuerpo no pesaba. Al incorporarse, sentada con las manos cayendo sobre sus muslos cubiertos de una suave tela blanca, observó el lugar en el que se encontraba.
Muchas personas iban vestidas de negro, otras cuantas de gris, muy raros puntos con alguno que otro color amarillo, azul o café escondidos en la sala. 
Personas dormidas, personas bostezando, algunos cuantos platicando, bastantes con cara afligida y lágrimas en sus rostros... unos cuantos al fondo con una sonrisa, una sonrisa llena de pesadez en el rostro.

Sintió la necesidad de abrazarlos, de consolarlos a todos... quería hablarles, gritarles, decirles que no había razón en el mundo para que estuvieran así, que ella estaba ahí para apoyarlos, que no se dejaran vencer... que nada era tan grave para vivir infelices. Intentó hablar pero ningún sonido salió de su boca, al contrario, las palabras parecían sus propios pensamientos, sumidos en lo profundo de su existencia. Intento gritar, con el mismo efecto y sin el menor éxito... 
Pensó que tal vez habría enfermado, ¡Por eso su voz no salía!

Fue entonces cuando una figura de negro, con la cara más afligida y llena de lágrimas, la sorprendió hasta el rincón más profundo de su corazón: su madre.
Esa mujer que le había dado la vida iba vestida de negro, desde el cuello cubierto por la bufanda hasta los pies calzados en botas negras especiales para el invierno... Si estaba haciendo tanto frío, ¿por qué no lo sentía?
Miró el rostro de su madre de nuevo, se le hizo un nudo en la garganta y quiso llorar junto con ella. Esa mujer tan fuerte y valerosa, llena de vida y juventud, de paz y tranquilidad, de buenos consejos, esa mujer vestida completamente de negro sentía un dolor muy grande, como ninguno otro en su vida... su simple mirada lo decía todo, su tierno rostro ahora hinchado de tanto haber llorado. 
Intentó ponerse de pie, correr hacia ella, abrazarla, acariciarla, darle un beso y decirle cuánto la amaba, "ya no llores, madre mía"... pero, así como cuando intentó hablar y gritar, ningún movimiento salió de su cuerpo...

Fue entonces cuando decidió mirar el lugar que la tenía encarcelada, que no la dejaba hablar ni moverse... y se encontró a ella misma. Un rostro pálido y frío, con ojos cerrados, labios rosas por el maquillaje, mejillas sin color alguno... Su pecho no se elevaba con ningún movimiento, no respiraba. Sus manos cruzadas sobre su abdomen estaban tiesas, frías, pétreas totalmente. 
Muerta.

Sí. Ya lo recordaba... ella había muerto. Lo último que aparecía en su mente era el cielo azul y la sonrisa de su madre, un golpe fuerte y un grito más doloroso y desgarrador que el mismo sufrimiento de su cuerpo, y después de eso, nada.

Los recuerdos de su vida la atacaron una vez, pasando todos y cada uno de los segundos que había permanecido con vida en el mundo delante de sus ojos, sin poderse detener y a una velocidad increíble y, sin embargo, era capaz de saber qué imagen pertenecía a qué fecha, qué día y segundo con exactitud. 
Ella había sido feliz.
Probablemente, había sido la persona más feliz del mundo en muchas ocasiones.

Sintió cómo su alma comenzaba a llorar... no de tristeza ni de dolor, tampoco de melancolía o de aflicción. Eran lágrimas puras, de amor y felicidad, de cariño y armonía, de todo eso que había dado y que había recibido a su paso por el mundo, por la vida de las personas, por quienes pasaron por su vida. 
Su alma lloró de nuevo.
También ella misma se había dado amor, felicidad, cariño y aprecio... también ella se había dicho cosas bonitas, cuentos alegres, canciones armoniosas, frases maravillosas. También ella había sentido el amor, la esperanza, el deseo de ser mejor persona cada día. También ella había luchado por aquello que amaba, por quienes eran importantes en su vida, por aquellos momentos especiales que la hacían tan feliz a cada segundo que pasaba. También ella logró superarse de muchas maneras a pesar de las fuertes caídas, de los golpes que dejaban marca, de las marcas de las heridas más profundas... Sí, su alma tenía heridas profundas, cicatrices que la vida había dejado en su transcurrir.

Y sonrió. Sonrió mientras lloraba, porque todo lo que había vivido en esos años medidos con la experiencia, fue lo mejor. Porque siempre logró lo que quiso, con esfuerzo y dedicación. Porque siempre hizo lo mejor, porque se equivocó, porque esos errores la llevaron a la superación.

Y solo una palabra podía definir lo que su alma sentía en ese momento: satisfacción.

En ese momento, una luz brillante descendió sobre ella y no existió nada más. Todo era brillante, estaba en calma y tranquilidad. Sentía la felicidad aún sin estar consciente de dónde venía, y lo supo. Supo que había pasado a ese mundo donde van quienes ya no habitan en la Tierra. Y supo que lo había hecho porque había cumplido su misión:

la plena satisfacción de su alma.

sábado, septiembre 18

¿Soy...?

No me agradas. Me molestas... me caes tan mal que quisiera no tenerte tan cerca. No me gusta lo que dices o lo que haces. No me gusta lo que piensas ni tus acciones. No te odio, pero a veces tengo ganas de hacerte desaparecer por mucho tiempo. Quisiera que dejaras de existir... que te fueras a la perdición más oscura del mundo y te quedaras ahí por mucho tiempo.
Me molestan tus sueños, tus ilusiones, tus ideas. Me molestan tus metas y tus deseos. Me molesta tu optimismo, tu inteligencia. Me molesta tu responsabilidad y tus intentos de puntualidad. Me molestan tus promesas asquerosamente mal hechas y la manera de expresarte que tienes. Me molesta que te creas alguien social. Me molesta que creas que eres capaz de lograrlo todo. Me molesta el hecho de que tienes potencial, imaginación, creatividad...
Me molestas. Me molestas. ¡ME MOLESTAS!

No quiero saber nada de ti. No quiero saber que existes ni que estás presente. No quiero levantarme pensando que estás ahí, que vas a ser lo primero que vea y sienta en el día. No quiero levantarme y verte... no quiero levantarme y verte en el espejo.


Ya sé. Sé que es pesimista y lleno de quejas y negatividad... sé que no es algo que vaya conmigo.
Pero a veces de verdad me siento así. Me miro y me regaño, me digo cosas que una persona con dotes de sacerdote lleno de amargura podría llegar a decirle a alguien que detesta de verdad.

Pero creo que es eso lo que me da más fuerza, lo que me da aliento y ganas. Lo que me hace decirme: "pues no me importa, yo sé que puedo y que podemos más si estamos juntas".

Eso es lo que me mantiene creyendo en mis sueños, en mis capacidades. En que de verdad existe la magia y el optimismo, la bondad del mundo como la de la naturaleza. En que existe ese todo en el que estamos todos y que si sigo defendiendo a alguien que no me defendería jamás, tal vez esa persona haga algo bueno por alguien más...

Hoy, por varios momentos durante el día, llegué a decirme a mí misma que ya bastaba de creer en tantas fantasías, utopías, cuentos de hadas. Que tal vez estaba mal tener tanta imaginación, que tal vez estaba mal creer que la realidad se podía cambiar.
Llegué a pensar que era momento de dejar de vivir en la creatividad y el optimismo y empezar a ser realista. A ver las cosas como son... por más crueles y horribles que lleguen a ser.

Pero no... no puedo. No soy yo y nunca seré así.

Por eso, por más que me detestes y te dé molestias, seguiré siendo quien soy sin importar cuántas veces tengas ganas de hacerme desaparecer del otro lado del espejo.
Seguiré teniendo esas ideas, esos pensamientos, esa imaginación. Toda mi creatividad y mi responsabilidad. Seguiré tratando de ser una persona puntual y sacando a tope la inteligencia que tiene mi cerebro.
Seguiré siendo la que llora por una flor y se emociona por ver niños cantando el himno nacional. Seguiré siendo la que siente, la que vive, la que sueña, la que se plantea metas y la que se esfuerza por hacer que todo sea real.
Seguiré siendo la persona sonriente que piensa que comer dulces es una de las cosas más agradables en todo el mundo. Seguiré siendo la persona que se queja de vez en cuando, a la que hacen enojar pequeñeces no tan pequeñas.
Seguiré siendo yo sin importar si yo misma a veces me pongo peros o barreras mentales o físicas.

Me quiero. Me quiero mucho y más que a nadie en este mundo. Si no me quisiera así, sería bastante probable que no me conociera a mí misma y que no tuviera a nadie a quien amar en el mundo.
Me quiero y me valoro. Me respeto mucho y soy feliz siendo así.

No pude haber pedido una vida mejor que esta. No pude haber pedido a alguien en el espejo mejor que la que veo todos los días, mejor que esa persona con la que amanezco y seguiré amaneciendo siempre.
No pude haber pedido mejor cerebro o mejores manos. Yo sé que no había otros ojos y otros labios en el Universo que fueran tan hechos a mi medida. No hay piernas ni huesos mejores, no hay órganos y células más bonitas y trabajadoras que las mías. No hay corazón más grande para mí... 

En cierta manera, a mí propia manera de verlo, soy perfecta. Y soy perfecta porque me quiero... porque sé que si fuera de otra manera sería infeliz.
Yo sé que me cuestan mucho trabajo bastantes cosas... pero, si no fuera así, ¿tendría algún caso la vida misma?
Y lo que más me gusta, lo que más quiero y adoro de ser yo... es eso.


Soy yo.

domingo, agosto 29

Blah, blah, blah~

La verdad es que debí haber hecho esto hace ya mucho tiempo: escribir.
Escribir mis sentimientos sin temor a ser leídos y a que alguien dé su opinión al respecto. Escribir mis sentimientos sin temor a indagar en lo más profundo de mi mente sin siquiera darme cuenta a veces... escribir mis sentimientos solo porque sí: porque me gusta y porque quiero, porque tengo ganas, pero sobretodo y simplemente, porque los siento.

Yo sé que he estado dando lo mejor de mí en muchos aspectos de mi vida, pero a pesar de eso, a veces siento que no es suficiente -que no soy suficiente-... Yo sé que si quieres y tienes lo que necesitas, puedes hacerlo. Que es suficiente tomar una decisión para que todo comience a crearse, que de esa manera vas juntando los medios para lograrlo y que al final, todo ha valido la pena por el trabajo sufrido.
Sin embargo, como toda persona humana y con sentimientos, siento la necesidad de alguien que me apoye, que me diga que voy bien, que me haga sentir que mi manera de hacer las cosas, a lo mejor no es la más rápida o fácil, pero puedo ser feliz. Alguien que no me juzgue, que juegue, que ría, que cante conmigo incluso la canción que podría parecer la más tonta e infantil. 

Tal vez sea una persona con adolescencia tardía o tal vez solo lo esté imaginando, tal vez sea parte de mi personalidad con hipocondría y dramatismo aunado a la exageración que me hacen sentir que así es, o tal vez sea el simple hecho de que así es, pero aún viéndome y sintiéndome algo mayor que antes, sigo sintiendo a veces esa necesidad de un poco de reconocimiento, de atención, de comprensión... 

¿Por  qué?

Porque soy bastante cobarde. Porque hay momentos en que tengo miedo de las personas, de la sociedad, de la manera en que uno debe de adaptarse tan rápidamente a situaciones tan desconocidas, porque tengo miedo de fracasar, de estar haciendo de mi vida algo que al final no tenga que ver conmigo, de llevarme derechito al abismo y lanzarme desde ahí sin darme cuenta...
Ya sé. Pesimismo.

¿Está mal ser pesimista de vez en cuando?
¿Está mal querer desahogarse de la mejor manera que uno puede?
¿Está mal no ser capaz de decir las cosas a la cara y preferir escribirlas?
¿Está mal sentirse triste unos días habiendo tenido tantos tan felices?

Tal vez sí, tal vez no. Pero en este preciso momento... es algo que no me interesa.

Quiero reclamar, quiero reclamarme. Quiero decirme y gritarme las cosas para poder comprender, para poder entender... para saber y aprender.
Yo y solo yo soy y seré la única persona en el mundo que entienda de verdad cuánto me cuestan algunas cosas. Que entienda de verdad mi manera de pensar, de sentir, de vivir, de ser feliz y de estar triste algunas veces. Yo y solo yo siempre sabré, por más que intente hacerle entender a alguien, la manera en que me gustan las cosas, la manera en que las disfruto y en que, algunas veces, las sufro.
No se me hace mal reír, llorar, gritar, carcajearse. No se me hace mal bailar o dar vueltas, mirar alrededor o simplemente quedarme en silencio de vez en cuando cada que algo me molesta. No se me hacen mal tantas cosas... y sin embargo he descubierto que muchas de ellas lo son, no porque Dios lo diga o porque esté en la Constitución, sino porque las personas, la sociedad, la gran masa de gente con la que me topo constantemente, dicen que lo están.

De verdad que a veces me pierdo y no sé qué hacer, me siento sola aunque esté rodeada de miles de gentes a mi lado... ¿Neurótica? Bastante probable... pero no por eso me dejo vencer.

Sigo intentándolo cada día, cuando me pongo de pie y observo todo aquello que me hace feliz. Cuando miro a mi alrededor y soy capaz de ver a esas personas que dan lo mejor de sí por hacerme sonreír, cuando me doy la vuelta y veo los esfuerzos de todos aquellos que me han ayudado estar en donde estoy y, de alguna manera, ser quien soy.

Soy una persona, simple y corriente, que le resulta imposible mantenerse sonriente todos los días de la vida... que le resulta imposible poner una cara triste en frente de cualquier persona, porque sabe que hay personas que se encuentran en un estado mucho peor y hasta sueltan carcajadas de corazón.

Y es por eso que prefiero escribir... escribir mi frustración, derramar una que otra lágrima llena de temor y volver a la vida. 
Volver a la vida llena de gente, de lugares, de actos y acciones, de personalidades, salvajismos, selvas urbanas, sonidos experimentales y sentimientos...
Sentimientos que aunque a veces duele sentirlos, son los que me hacen recordar la humana pequeña que soy. Me hacen recordar que está la humildad... que existe el amor y la alegría, la felicidad y la amistad, el cariño y la motivación, el esfuerzo y la responsabilidad, la paz y la justicia y todo aquello que nos llevamos al andar por el camino de la verdad...
Pero no cualquier verdad, si no la que se oculta más allá.

Es en este preciso momento cuando puedo sentir la tranquilidad, cuando quisiera seguir escribiendo sin parar pero mi cuerpo me dice que debo ir a descansar.
De verdad espero poder descansar...


martes, junio 29

La Diosa del Mar~

Abrió los ojos de repente, y lo único que logró ver era un color azul intenso que abarcaba todo su alrededor. Tal vez sería el cielo, recordaba haber visto su azul alguna vez que volteara hacia arriba cuando escuchaba el sonido de algún avión, pero no... había algo más. Ese no podía ser el cielo.

Intentó ponerse de pie, y al momento, su cuerpo cayó en una voltereta que ella misma había provocado. No lo había notado, pero era incapaz de sentir sus pies... ¿Dónde estaban?
De repente, algunas siluetas negras comenzaron a acercarse a ella, moviéndose con sigilo a su alrededor, como si estuvieran protegiendo su identidad. Ella, asustada, intentó correr y de nuevo se sumió en miles de volteretas... sus pies no eran pies, exactamente. Acaba de notarlo y de sentirlo, en lugar de sus piernas había solo un miembro suave y lleno de colores, con una superficie totalmente lisa y al final se partía en dos, como si sus piernas nunca se hubieran separado, como las de una sirena.

¡Como las de una sirena!

Una sonrisa se dibujó en su rostro. No recordaba nada antes de esto y el azul que se comía cualquier otra cosa a su alrededor, a excepción de las siluetas que la seguían rodeando, no la dejaba ver más allá.
De repente, algo tocó su codo, asustada, se dio una vuelta brusca para apartarse... una medusa emanando miles de colores se había topado con ella en su camino. Era tan hermosa...
Sintió cómo algo la golpeaba en "sus pies", y al girar su cabeza a lo profundo de todo ese azul, quedó asombrada por un arco iris lleno de colores y brillos que poco a poco ascendía hacia ella y la envolvía en un extraño pero agradable baile psicodelico.
Cuando el arco iris de medusas la había pasado, estiró sus manos hacia arriba y sintió en su rostro una sonrisa enorme, como aquellas que desde hace mucho no había logrado esbozar.
Justo en ese momento, las siluetas que la habían aguardado y vigilado comenzaron a moverse, haciendo círculos, acercándose y alejándose de repente, hasta que se acercaron tanto, que fue capaz de ver.

Los delfines danzaban alrededor de ella, lanzaban cantos de vez en cuando y con el movimiento de sus colas lograban hacer un ritmo que ella en su vida había tenido el placer de escuchar. Incluso, se sentía feliz. Y ellos le sonreían, le pasaban por todos lados y la llenaban de majestuosidad.
Ella era capaz de ver en sus rostros las sonrisas de diversión de los animalitos, tanta felicidad no había sido posible en mucho tiempo y ahora hasta su corazón daba un paso de vez en cuando al son de la música de los delfines.

En ese momento se dio cuenta de todo lo que pasaba. Estaba en el mar, en medio de lo que otros llamarían "la Nada". Pero a pesar de haber pasado por miedo y desconocimiento antes, ahora sentía solo felicidad y ganas de quedarse para siempre en ese lugar, rodeada de delfines que se convertían en los músicos más maravillosos del mundo, de medusas que formaban los arco iris con más colores que hubiera visto jamás, rodeada de aquel azul tan maravilloso que ni los mejores pintores eran capaz de reproducir, convertirse en agua por momentos al lado de las corrientes marinas y los bancos de peces que jugueteaban a lo lejos, ser parte del mar y el mar formar parte de ella.

Y fue hasta entonces que lo recordó todo.
Ella era la Diosa del Mar, a quien no se le permitía acercase a los mortales, incluso si ellos eran animales. No se le permitía tocar la fluidez ni saborear el agua con que ella misma había llenado hasta el abismo más profundo. ¿Por qué, entonces, no ser parte de todo aquello que ella misma había creado?
Había tomado una decisión. No importaría perder los dones de un Dios si sería más fácil sumergiéndose en su propio corazón. Y no se arrepentía, y nunca lo haría, porque eso era lo que ella más amaba y lo que más había anhelado hasta entonces.
Protegería el mar aún siendo una mortal, amaría a cada ser como cuando fue una Diosa y seguiría llenando hasta las profundidades con armonía y felicidad.

Desde ese día, el color del mar iluminó más al cielo y a lo lejos, más allá del planeta pero no tanto como para salir de la galaxia, si eres capaz de observar la Tierra, podrás notar una sonrisa que le da la vuelta al mundo~

jueves, julio 24

Catching Flowers.

Y es que era la perfección delante de sus ojos. Lo sabia, lo sentía, casi era capaz de palparlo como se palpa una cereza recién cortada... Lo respiraba y era consciente de que lo necesitaba para seguir viviendo. Era como eso que cualquier persona necesita en sus células, como el oxigeno que por más mínimo exista en el ambiente, es sumamente necesario para seguir de pie sobre el mundo.

Miró al cielo, era azul, claro, brillante... Casi podía ver cómo sonreía mientras caminaba a su destino.
Un pájaro atravesó su camino, blanco, con las puntas de las plumas de las alas y la cola rosas pálidas... Parecía perderse entre las flores de los árboles que tenían exactamente ese color, que solo en otoño florecen.

Caminaban personas a su lado, la saludaban y le sonreían. A la mayoría, Olivia jamás las había visto, a unas cuantas les habría dirigido dos o tres palabras a lo largo de su vida, y a otras más, tan solo las conocía de vista o a fuerza de recorrer el mismo camino día tras día.

Al ir caminando, notó un suave y atrayente olor... Eran flores. Flores de todas las formas, colores, olores, casi podía sentir el sabor... Lo habría hecho, si no temiera que la envenenaran o se viera como un acto que atentara contra los derechos de la vida.
Decidió tomarse un tiempo, al fin y al cabo tenía mucho, y entrar a la Florería...

viernes, abril 29

Una palabra.

Una sonrisa, un rostro alegre, la tenacidad, la felicidad, la alegría de seguir viviendo, la libertad, la niña vivaz, el niño jugando con carritos, los novios dándose un beso, los ancianos que se toman de la mano al ir por la calle, las flores en primavera, los columpios del parque, el aire del bosque, el aroma de las cerezas, los sonidos del arcoiris, el sabor de una noche con Luna llena, el tacto de un día lleno de Sol, la frescura de la brisa por la tarde, el viento soplando en su oído y jugando con su cabello.

Todos esos recuerdos parecían simples sueños maravillosos que alguien más había pintado en su mente durante una noche de descanso. Al menos ella lo sentía así. Sabía que no eran de todo sueños, sabía que ella había sentido alguno más de una vez... sabía que ella había vivido miles de momentos maravillosos como esos.

Abrió sus ojos sin saber dónde estaba, sintió a su alrededor y se dio cuenta que no tocaba nada... se levantó suavemente y su cuerpo no pesaba. Al incorporarse, sentada con las manos cayendo sobre sus muslos cubiertos de una suave tela blanca, observó el lugar en el que se encontraba.
Muchas personas iban vestidas de negro, otras cuantas de gris, muy raros puntos con alguno que otro color amarillo, azul o café escondidos en la sala. 
Personas dormidas, personas bostezando, algunos cuantos platicando, bastantes con cara afligida y lágrimas en sus rostros... unos cuantos al fondo con una sonrisa, una sonrisa llena de pesadez en el rostro.

Sintió la necesidad de abrazarlos, de consolarlos a todos... quería hablarles, gritarles, decirles que no había razón en el mundo para que estuvieran así, que ella estaba ahí para apoyarlos, que no se dejaran vencer... que nada era tan grave para vivir infelices. Intentó hablar pero ningún sonido salió de su boca, al contrario, las palabras parecían sus propios pensamientos, sumidos en lo profundo de su existencia. Intento gritar, con el mismo efecto y sin el menor éxito... 
Pensó que tal vez habría enfermado, ¡Por eso su voz no salía!

Fue entonces cuando una figura de negro, con la cara más afligida y llena de lágrimas, la sorprendió hasta el rincón más profundo de su corazón: su madre.
Esa mujer que le había dado la vida iba vestida de negro, desde el cuello cubierto por la bufanda hasta los pies calzados en botas negras especiales para el invierno... Si estaba haciendo tanto frío, ¿por qué no lo sentía?
Miró el rostro de su madre de nuevo, se le hizo un nudo en la garganta y quiso llorar junto con ella. Esa mujer tan fuerte y valerosa, llena de vida y juventud, de paz y tranquilidad, de buenos consejos, esa mujer vestida completamente de negro sentía un dolor muy grande, como ninguno otro en su vida... su simple mirada lo decía todo, su tierno rostro ahora hinchado de tanto haber llorado. 
Intentó ponerse de pie, correr hacia ella, abrazarla, acariciarla, darle un beso y decirle cuánto la amaba, "ya no llores, madre mía"... pero, así como cuando intentó hablar y gritar, ningún movimiento salió de su cuerpo...

Fue entonces cuando decidió mirar el lugar que la tenía encarcelada, que no la dejaba hablar ni moverse... y se encontró a ella misma. Un rostro pálido y frío, con ojos cerrados, labios rosas por el maquillaje, mejillas sin color alguno... Su pecho no se elevaba con ningún movimiento, no respiraba. Sus manos cruzadas sobre su abdomen estaban tiesas, frías, pétreas totalmente. 
Muerta.

Sí. Ya lo recordaba... ella había muerto. Lo último que aparecía en su mente era el cielo azul y la sonrisa de su madre, un golpe fuerte y un grito más doloroso y desgarrador que el mismo sufrimiento de su cuerpo, y después de eso, nada.

Los recuerdos de su vida la atacaron una vez, pasando todos y cada uno de los segundos que había permanecido con vida en el mundo delante de sus ojos, sin poderse detener y a una velocidad increíble y, sin embargo, era capaz de saber qué imagen pertenecía a qué fecha, qué día y segundo con exactitud. 
Ella había sido feliz.
Probablemente, había sido la persona más feliz del mundo en muchas ocasiones.

Sintió cómo su alma comenzaba a llorar... no de tristeza ni de dolor, tampoco de melancolía o de aflicción. Eran lágrimas puras, de amor y felicidad, de cariño y armonía, de todo eso que había dado y que había recibido a su paso por el mundo, por la vida de las personas, por quienes pasaron por su vida. 
Su alma lloró de nuevo.
También ella misma se había dado amor, felicidad, cariño y aprecio... también ella se había dicho cosas bonitas, cuentos alegres, canciones armoniosas, frases maravillosas. También ella había sentido el amor, la esperanza, el deseo de ser mejor persona cada día. También ella había luchado por aquello que amaba, por quienes eran importantes en su vida, por aquellos momentos especiales que la hacían tan feliz a cada segundo que pasaba. También ella logró superarse de muchas maneras a pesar de las fuertes caídas, de los golpes que dejaban marca, de las marcas de las heridas más profundas... Sí, su alma tenía heridas profundas, cicatrices que la vida había dejado en su transcurrir.

Y sonrió. Sonrió mientras lloraba, porque todo lo que había vivido en esos años medidos con la experiencia, fue lo mejor. Porque siempre logró lo que quiso, con esfuerzo y dedicación. Porque siempre hizo lo mejor, porque se equivocó, porque esos errores la llevaron a la superación.

Y solo una palabra podía definir lo que su alma sentía en ese momento: satisfacción.

En ese momento, una luz brillante descendió sobre ella y no existió nada más. Todo era brillante, estaba en calma y tranquilidad. Sentía la felicidad aún sin estar consciente de dónde venía, y lo supo. Supo que había pasado a ese mundo donde van quienes ya no habitan en la Tierra. Y supo que lo había hecho porque había cumplido su misión:

la plena satisfacción de su alma.

sábado, septiembre 18

¿Soy...?

No me agradas. Me molestas... me caes tan mal que quisiera no tenerte tan cerca. No me gusta lo que dices o lo que haces. No me gusta lo que piensas ni tus acciones. No te odio, pero a veces tengo ganas de hacerte desaparecer por mucho tiempo. Quisiera que dejaras de existir... que te fueras a la perdición más oscura del mundo y te quedaras ahí por mucho tiempo.
Me molestan tus sueños, tus ilusiones, tus ideas. Me molestan tus metas y tus deseos. Me molesta tu optimismo, tu inteligencia. Me molesta tu responsabilidad y tus intentos de puntualidad. Me molestan tus promesas asquerosamente mal hechas y la manera de expresarte que tienes. Me molesta que te creas alguien social. Me molesta que creas que eres capaz de lograrlo todo. Me molesta el hecho de que tienes potencial, imaginación, creatividad...
Me molestas. Me molestas. ¡ME MOLESTAS!

No quiero saber nada de ti. No quiero saber que existes ni que estás presente. No quiero levantarme pensando que estás ahí, que vas a ser lo primero que vea y sienta en el día. No quiero levantarme y verte... no quiero levantarme y verte en el espejo.


Ya sé. Sé que es pesimista y lleno de quejas y negatividad... sé que no es algo que vaya conmigo.
Pero a veces de verdad me siento así. Me miro y me regaño, me digo cosas que una persona con dotes de sacerdote lleno de amargura podría llegar a decirle a alguien que detesta de verdad.

Pero creo que es eso lo que me da más fuerza, lo que me da aliento y ganas. Lo que me hace decirme: "pues no me importa, yo sé que puedo y que podemos más si estamos juntas".

Eso es lo que me mantiene creyendo en mis sueños, en mis capacidades. En que de verdad existe la magia y el optimismo, la bondad del mundo como la de la naturaleza. En que existe ese todo en el que estamos todos y que si sigo defendiendo a alguien que no me defendería jamás, tal vez esa persona haga algo bueno por alguien más...

Hoy, por varios momentos durante el día, llegué a decirme a mí misma que ya bastaba de creer en tantas fantasías, utopías, cuentos de hadas. Que tal vez estaba mal tener tanta imaginación, que tal vez estaba mal creer que la realidad se podía cambiar.
Llegué a pensar que era momento de dejar de vivir en la creatividad y el optimismo y empezar a ser realista. A ver las cosas como son... por más crueles y horribles que lleguen a ser.

Pero no... no puedo. No soy yo y nunca seré así.

Por eso, por más que me detestes y te dé molestias, seguiré siendo quien soy sin importar cuántas veces tengas ganas de hacerme desaparecer del otro lado del espejo.
Seguiré teniendo esas ideas, esos pensamientos, esa imaginación. Toda mi creatividad y mi responsabilidad. Seguiré tratando de ser una persona puntual y sacando a tope la inteligencia que tiene mi cerebro.
Seguiré siendo la que llora por una flor y se emociona por ver niños cantando el himno nacional. Seguiré siendo la que siente, la que vive, la que sueña, la que se plantea metas y la que se esfuerza por hacer que todo sea real.
Seguiré siendo la persona sonriente que piensa que comer dulces es una de las cosas más agradables en todo el mundo. Seguiré siendo la persona que se queja de vez en cuando, a la que hacen enojar pequeñeces no tan pequeñas.
Seguiré siendo yo sin importar si yo misma a veces me pongo peros o barreras mentales o físicas.

Me quiero. Me quiero mucho y más que a nadie en este mundo. Si no me quisiera así, sería bastante probable que no me conociera a mí misma y que no tuviera a nadie a quien amar en el mundo.
Me quiero y me valoro. Me respeto mucho y soy feliz siendo así.

No pude haber pedido una vida mejor que esta. No pude haber pedido a alguien en el espejo mejor que la que veo todos los días, mejor que esa persona con la que amanezco y seguiré amaneciendo siempre.
No pude haber pedido mejor cerebro o mejores manos. Yo sé que no había otros ojos y otros labios en el Universo que fueran tan hechos a mi medida. No hay piernas ni huesos mejores, no hay órganos y células más bonitas y trabajadoras que las mías. No hay corazón más grande para mí... 

En cierta manera, a mí propia manera de verlo, soy perfecta. Y soy perfecta porque me quiero... porque sé que si fuera de otra manera sería infeliz.
Yo sé que me cuestan mucho trabajo bastantes cosas... pero, si no fuera así, ¿tendría algún caso la vida misma?
Y lo que más me gusta, lo que más quiero y adoro de ser yo... es eso.


Soy yo.

domingo, agosto 29

Blah, blah, blah~

La verdad es que debí haber hecho esto hace ya mucho tiempo: escribir.
Escribir mis sentimientos sin temor a ser leídos y a que alguien dé su opinión al respecto. Escribir mis sentimientos sin temor a indagar en lo más profundo de mi mente sin siquiera darme cuenta a veces... escribir mis sentimientos solo porque sí: porque me gusta y porque quiero, porque tengo ganas, pero sobretodo y simplemente, porque los siento.

Yo sé que he estado dando lo mejor de mí en muchos aspectos de mi vida, pero a pesar de eso, a veces siento que no es suficiente -que no soy suficiente-... Yo sé que si quieres y tienes lo que necesitas, puedes hacerlo. Que es suficiente tomar una decisión para que todo comience a crearse, que de esa manera vas juntando los medios para lograrlo y que al final, todo ha valido la pena por el trabajo sufrido.
Sin embargo, como toda persona humana y con sentimientos, siento la necesidad de alguien que me apoye, que me diga que voy bien, que me haga sentir que mi manera de hacer las cosas, a lo mejor no es la más rápida o fácil, pero puedo ser feliz. Alguien que no me juzgue, que juegue, que ría, que cante conmigo incluso la canción que podría parecer la más tonta e infantil. 

Tal vez sea una persona con adolescencia tardía o tal vez solo lo esté imaginando, tal vez sea parte de mi personalidad con hipocondría y dramatismo aunado a la exageración que me hacen sentir que así es, o tal vez sea el simple hecho de que así es, pero aún viéndome y sintiéndome algo mayor que antes, sigo sintiendo a veces esa necesidad de un poco de reconocimiento, de atención, de comprensión... 

¿Por  qué?

Porque soy bastante cobarde. Porque hay momentos en que tengo miedo de las personas, de la sociedad, de la manera en que uno debe de adaptarse tan rápidamente a situaciones tan desconocidas, porque tengo miedo de fracasar, de estar haciendo de mi vida algo que al final no tenga que ver conmigo, de llevarme derechito al abismo y lanzarme desde ahí sin darme cuenta...
Ya sé. Pesimismo.

¿Está mal ser pesimista de vez en cuando?
¿Está mal querer desahogarse de la mejor manera que uno puede?
¿Está mal no ser capaz de decir las cosas a la cara y preferir escribirlas?
¿Está mal sentirse triste unos días habiendo tenido tantos tan felices?

Tal vez sí, tal vez no. Pero en este preciso momento... es algo que no me interesa.

Quiero reclamar, quiero reclamarme. Quiero decirme y gritarme las cosas para poder comprender, para poder entender... para saber y aprender.
Yo y solo yo soy y seré la única persona en el mundo que entienda de verdad cuánto me cuestan algunas cosas. Que entienda de verdad mi manera de pensar, de sentir, de vivir, de ser feliz y de estar triste algunas veces. Yo y solo yo siempre sabré, por más que intente hacerle entender a alguien, la manera en que me gustan las cosas, la manera en que las disfruto y en que, algunas veces, las sufro.
No se me hace mal reír, llorar, gritar, carcajearse. No se me hace mal bailar o dar vueltas, mirar alrededor o simplemente quedarme en silencio de vez en cuando cada que algo me molesta. No se me hacen mal tantas cosas... y sin embargo he descubierto que muchas de ellas lo son, no porque Dios lo diga o porque esté en la Constitución, sino porque las personas, la sociedad, la gran masa de gente con la que me topo constantemente, dicen que lo están.

De verdad que a veces me pierdo y no sé qué hacer, me siento sola aunque esté rodeada de miles de gentes a mi lado... ¿Neurótica? Bastante probable... pero no por eso me dejo vencer.

Sigo intentándolo cada día, cuando me pongo de pie y observo todo aquello que me hace feliz. Cuando miro a mi alrededor y soy capaz de ver a esas personas que dan lo mejor de sí por hacerme sonreír, cuando me doy la vuelta y veo los esfuerzos de todos aquellos que me han ayudado estar en donde estoy y, de alguna manera, ser quien soy.

Soy una persona, simple y corriente, que le resulta imposible mantenerse sonriente todos los días de la vida... que le resulta imposible poner una cara triste en frente de cualquier persona, porque sabe que hay personas que se encuentran en un estado mucho peor y hasta sueltan carcajadas de corazón.

Y es por eso que prefiero escribir... escribir mi frustración, derramar una que otra lágrima llena de temor y volver a la vida. 
Volver a la vida llena de gente, de lugares, de actos y acciones, de personalidades, salvajismos, selvas urbanas, sonidos experimentales y sentimientos...
Sentimientos que aunque a veces duele sentirlos, son los que me hacen recordar la humana pequeña que soy. Me hacen recordar que está la humildad... que existe el amor y la alegría, la felicidad y la amistad, el cariño y la motivación, el esfuerzo y la responsabilidad, la paz y la justicia y todo aquello que nos llevamos al andar por el camino de la verdad...
Pero no cualquier verdad, si no la que se oculta más allá.

Es en este preciso momento cuando puedo sentir la tranquilidad, cuando quisiera seguir escribiendo sin parar pero mi cuerpo me dice que debo ir a descansar.
De verdad espero poder descansar...


martes, junio 29

La Diosa del Mar~

Abrió los ojos de repente, y lo único que logró ver era un color azul intenso que abarcaba todo su alrededor. Tal vez sería el cielo, recordaba haber visto su azul alguna vez que volteara hacia arriba cuando escuchaba el sonido de algún avión, pero no... había algo más. Ese no podía ser el cielo.

Intentó ponerse de pie, y al momento, su cuerpo cayó en una voltereta que ella misma había provocado. No lo había notado, pero era incapaz de sentir sus pies... ¿Dónde estaban?
De repente, algunas siluetas negras comenzaron a acercarse a ella, moviéndose con sigilo a su alrededor, como si estuvieran protegiendo su identidad. Ella, asustada, intentó correr y de nuevo se sumió en miles de volteretas... sus pies no eran pies, exactamente. Acaba de notarlo y de sentirlo, en lugar de sus piernas había solo un miembro suave y lleno de colores, con una superficie totalmente lisa y al final se partía en dos, como si sus piernas nunca se hubieran separado, como las de una sirena.

¡Como las de una sirena!

Una sonrisa se dibujó en su rostro. No recordaba nada antes de esto y el azul que se comía cualquier otra cosa a su alrededor, a excepción de las siluetas que la seguían rodeando, no la dejaba ver más allá.
De repente, algo tocó su codo, asustada, se dio una vuelta brusca para apartarse... una medusa emanando miles de colores se había topado con ella en su camino. Era tan hermosa...
Sintió cómo algo la golpeaba en "sus pies", y al girar su cabeza a lo profundo de todo ese azul, quedó asombrada por un arco iris lleno de colores y brillos que poco a poco ascendía hacia ella y la envolvía en un extraño pero agradable baile psicodelico.
Cuando el arco iris de medusas la había pasado, estiró sus manos hacia arriba y sintió en su rostro una sonrisa enorme, como aquellas que desde hace mucho no había logrado esbozar.
Justo en ese momento, las siluetas que la habían aguardado y vigilado comenzaron a moverse, haciendo círculos, acercándose y alejándose de repente, hasta que se acercaron tanto, que fue capaz de ver.

Los delfines danzaban alrededor de ella, lanzaban cantos de vez en cuando y con el movimiento de sus colas lograban hacer un ritmo que ella en su vida había tenido el placer de escuchar. Incluso, se sentía feliz. Y ellos le sonreían, le pasaban por todos lados y la llenaban de majestuosidad.
Ella era capaz de ver en sus rostros las sonrisas de diversión de los animalitos, tanta felicidad no había sido posible en mucho tiempo y ahora hasta su corazón daba un paso de vez en cuando al son de la música de los delfines.

En ese momento se dio cuenta de todo lo que pasaba. Estaba en el mar, en medio de lo que otros llamarían "la Nada". Pero a pesar de haber pasado por miedo y desconocimiento antes, ahora sentía solo felicidad y ganas de quedarse para siempre en ese lugar, rodeada de delfines que se convertían en los músicos más maravillosos del mundo, de medusas que formaban los arco iris con más colores que hubiera visto jamás, rodeada de aquel azul tan maravilloso que ni los mejores pintores eran capaz de reproducir, convertirse en agua por momentos al lado de las corrientes marinas y los bancos de peces que jugueteaban a lo lejos, ser parte del mar y el mar formar parte de ella.

Y fue hasta entonces que lo recordó todo.
Ella era la Diosa del Mar, a quien no se le permitía acercase a los mortales, incluso si ellos eran animales. No se le permitía tocar la fluidez ni saborear el agua con que ella misma había llenado hasta el abismo más profundo. ¿Por qué, entonces, no ser parte de todo aquello que ella misma había creado?
Había tomado una decisión. No importaría perder los dones de un Dios si sería más fácil sumergiéndose en su propio corazón. Y no se arrepentía, y nunca lo haría, porque eso era lo que ella más amaba y lo que más había anhelado hasta entonces.
Protegería el mar aún siendo una mortal, amaría a cada ser como cuando fue una Diosa y seguiría llenando hasta las profundidades con armonía y felicidad.

Desde ese día, el color del mar iluminó más al cielo y a lo lejos, más allá del planeta pero no tanto como para salir de la galaxia, si eres capaz de observar la Tierra, podrás notar una sonrisa que le da la vuelta al mundo~