Lloviendo...

Cada célula de su ser temblaba con cada roce que pasaba por encima de su piel, cada uno de sus cabellos se estremecía con cada caricia que lograba alcanzarlo, cada uno de sus pensamientos terminaba en amor con cada minuto que pasaba en aquel lugar lleno de emociones.

Había llegado ahí sintiéndose la peor persona sobre la faz de la tierra y alrededor del Universo infinito, y ahora, todo se reducía a un simple latir de su corazón varias veces por minuto.

Sentía la pasión de aquel lugar en todo lugar que su mirada se posaba, y lograba ver más allá de lo que el horizonte le mostraba en ese momento.

Ahí, al filo de la montaña y en medio de la majestuosidad de la lluvia cristalina, ella había perdido el miedo con el que había comenzado a escalar, había demostrado a cada roca resbaladiza sobre la que pisó en su camino que era capaz de lograr todo eso y aún más, todo, ABSOLUTAMENTE TODO lo que se propusiera.

Extendió sus brazos de repente, y con una sonrisa y el corazón latiendo rápidamente, se lanzó al vació sin una pizca de duda en todo su ser. El mundo se detuvo, el tiempo la sostuvo y la dicha de su alma la llevaron al lugar de su verdadera felicidad.

Había descubierto una nueva forma de amar el mundo gracias a las gotas de la lluvia fresca que estremecían todo su ser, y ahora, había visto más allá del horizonte hacia su felicidad.

Tenía la libertad en sus manos, y con cada gota que rozaba su piel, sabía que era más capaz de alcanzarla con cada paso que daba.

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